David Rull –el egiptólogo que impartió dos materias en el máster-, volvió al aula para explicar unas nociones básicas tanto de orientación como de supervivencia.
A pesar de las experiencias vividas en el medio natural, Rull rememoró sus dieciocho años cuando tras escaparse de casa coronó la cima del Mont Blanc y se enamoró decididamente de la montaña. Se ha movido por la naturaleza tanto en el plano vertical (mediante el esquí de travesía, el alpinismo y la escalada) como en el horizontal (trekkings, btt, kayak, camello…) en zonas como Dolomitas, Himalaya, el Nilo, el desierto del Sáhara… Después de crear Pachamama –agencia con la cual organizaban expediciones-, se reinventó y nació Concep-t, una empresa de aventura con una filosofía más cercana a la naturaleza.
Mediante un amplio abanico de experiencias en el medio natural, David Rull transmitió la importancia de conocer y adaptarse al entorno físico más cercano o alejado donde podamos crear viajes diferenciados de las clásicas opciones turísticas. Salir de las ciudades y entrar en la naturaleza pasa, entre otros aspectos, por la preparación psicológica. A menudo vivimos situaciones en las que el miedo frena nuestros pasos, con lo cual debemos gestionarlo, tanto para encarar la soledad, como el pánico o los elementos imprevistos con el fin de conseguir dominar la situación.
Una segunda señal de alerta se haya en la alimentación que David Rull explicó mediante la regla del tres: tres minutos es el tiempo que el ser humano puede aguantar sin respirar; tres días es el límite que el cuerpo aguanta sin hidratarse, y, tres semanas son las que el organismo tolera no comer. Esta regla vino seguida de prácticos consejos sobre alimentación e hidratación (especial cuidado con las aguas de ríos y usar pastillas potabilizadoras e ingerir frutos secos, chocolate y barritas como fuente rápida de energía). Junto con la psicología y el aporte nutricional a través de alimentos sólidos como líquidos, es imprescindible saber orientarse. Leer el medio natural facilita llegar al destino deseado, para lo cual existen diferentes opciones.
Las señales en caminos como GR (gran recorrido cuando las vías superan los cincuenta kilómetros, con franja roja y blanca), PR (pequeño recorrido, inferior a los cincuenta, de color amarillo y blanco) y SL (sendero local de longitud inferior a los diez kilómetros) a menudo se complementan con hitos. La reina de la orientación es la brújula, una buena herramienta para moverse por el terreno. Hallar reseñas específicas de la zona y la actividad a realizar es clave para ir sobre seguro, ya que no es igual una reseña de una vía clásica de escalada que de una travesía a pie o un road book para btt, por ejemplo. Por otro lado, unos mínimos conocimientos de fauna, flora y astronomía facilitan la lectura de puntos cardinales. Muestra de ello son el musgo (que siempre aparece en la cara norte de las montañas) y las estrellas (la Polar marca el norte en el hemisferio norte, mientras que en el hemisferio sur el referente es la Cruz del Sur).
El segundo nivel en la orientación, de mayor dificultad, pasa por la cartografía. Aprender a leer diferentes tipos de mapas, entender las leyendas, las curvas de nivel y adaptarse a las escalas es un aprendizaje recomendable en el entorno natural. Teniendo en cuenta los tipos de proyecciones (azimutal, cónica y cilíndrica) encontramos instrumentos como el GPS que reciben información constante de coordenadas generando un track final.
Tomar conciencia tanto en salud como en seguridad no es un consejo exclusivo del medio natural, aunque sí merecen especial atención para evitar que algún contratiempo obligue a modificar el viaje. Del mismo modo es importante conocer la climatología del destino del viaje y webs como Meteocat (en Catalunya), Wetterzentrale (en Alemania) o Meteociel (en Francia), entre otras, son, sin duda, de gran ayuda.
Finalmente David llenó la mochila con aquello imprescindible para viajar en unas mínimas condiciones de autonomía y seguridad que favorecen la conexión con la naturaleza.
Huellas errantes 